domingo, 29 de marzo de 2015

Historias nunca escritas



A sus quince años Luciano lleva leídos tres libros. Del primero entendió que el amor es peligroso, del segundo extrajo que el verdadero engaño procede de los seres más queridos, y del tercero dedujo que todos los héroes son de mentira. Lucho no leyó más libros en su vida. No obstante, creció amando aquellas historias de amor efímero y sincero, de héroes muertos por la injusticia y de los que encontraron su fin siendo honestos. Esas historias nunca fueron escritas en ningún lado y presentirlas, escucharlas o vivirlas constituía para él algo mucho mejor que leer cualquier libro de papel. 

Los priámidas



Tras la destrucción de Troya, la fuga indocumentada de dos hijos de Príamo da lugar al siguiente diálogo:
-Tu rostro se encuentra polvoriento, Telestas.
-Tanto como mi entendimiento Filemón.
-Fundaremos un nuevo mundo, en esto no guardes duda. Un mundo lejos del pensamiento griego, y un pueblo sin héroes, como ha sido el de Troya.
-Costará más penas, pero de esa forma lo haremos.
-¿Notaste la gallardía que les acometió luego de asesinado Héctor? Él no era el más fuerte de nosotros, ni siquiera el más valeroso, pese a que destacaba en porte.
-Necesitan señales, Filemón.
-Todos los hermanos de Príamo somos igual de hábiles en la guerra, nos derrotaron por número, eso sí, pero jamás toleraron nuestra superioridad. Somos el uno igual al otro. En la paridad nadie destaca y mayor es nuestra justicia. Pero ellos necesitan diferenciados y sin duda falsearán así la historia, poblándola de personalidades vacías.
-A su manera lo simplifican. Interminables serían, de otra forma, las historias aguerridas de todos nosotros, los hijos de Príamo.