sábado, 26 de marzo de 2016

Buscarte con palabras


Es mejor escribir y salvarme del abismo de tu silencio, escribiendo. Escribiéndote. Porque, a pesar de estar vacías de ausencia, estas palabras no dicen más que tu nombre. Lo triste es que ninguna de ellas llega a acariciarte porque no estás, aunque te busque en estos caracteres que son nada de vos, son nada pero me salen y desahogan una pena de arena en otoño e intentan escribirte con ideas ajenas que tienen perfume de jazmín pero no son flores. Te cito para hoy y quedamos en vernos acá, en este texto. Y me descubro otra vez escribiéndote a solas, y lo hago porque es mejor desfallecer en el intento de encontrarte entre besos de palabras, entre la poesía de aquellos momentos que son todo para mí y nada para nadie. Pero está bien, acepto el vacío, te dejo lejos, allá donde todos mis sueños se deshacen de memoria. Y me quedo con el trabajo de escribir. Escribir incansablemente para encontrar el sentido de tu falta en esta tarde, para mentirme un amor que no existe, para alcanzar la memoria de aquel brillo. Ese brillo que crece en el lugar donde nada crece aparte de esa luz que tenés en los ojos y que te sale sin querer, como si quisieras esconderla, pero yo la puedo ver, no sé por qué. No sé por qué, pero veo el brillo que sale de tus días, de esas caricias que te salen como si nada pero que son perfectas como es la voz que dice mi nombre cuando me mirás y te sale como empujado por la esperanza de llegar a algún lado. Lean, me decís. Ahí es cuando naufrago en la posibilidad imposible de tu amor ensombrecido por la realidad de las diferencias ¿Pero, y si probamos con querernos despacio en esta mañana de nuestras vidas que, como líneas curvas trazadas en un papel blanco se cruzaron justo hoy y justo acá? Mi alma no ubica el lugar ansiado, te digo. Allá, donde nuestras líneas abstractas se entrecruzan formando un punto en el espacio que se queda, vos te das por aludida y me mirás a los ojos y nos dejamos querer por un ratito. Un punto en el espacio. Eso sería nuestro amor, ¿no te parece un punto re lindo? Y nada de eso resulta fácil porque la realidad llovizna en un abismo de imposibilidades. Porque sos una sombra, como hubo otras, en mi cabeza, que juega solitaria a pasearse en el jardín de mis pensamientos invitando a todos mis sentidos a jugar un juego invisible. Igual mis labios recuerdan tus besos, porque la sombra más linda de todas sos vos, aunque seas otro amor no realizado, como fueron todos en mi vida, porque el verdadero amor nunca se realiza sino que es etéreo y, por ello, mucho más intenso. También me acuerdo de esa esquina y de cuando apoyaste tu cabeza en mi hombro sin pedir nada a cambio y sin esperar nada tampoco. Me acuerdo de ese amor desprendido, tan amor, tan vos, tan pero tan lindo, pero a mí no me sale tan bien, todavía me sale bastante hosco, con demasiadas ilusiones que lastiman de querer más de lo que se puede, de querer más de lo conveniente, de querer construir un castillo que después se desmorona de realidad. Sería muy cobarde pedirte que desaparezcas, o demasiado orgulloso, o francamente inútil, porque las sombras nunca te obedecen, porque van y vienen con la luz, como vos. Y si dejaras de ser sombra, te dejaría de querer, porque siempre estuve enamorado de sombras que van y vienen, de sombras que son nadie, que habitan en textos, que duermen en ideales, que transitan una senda de utopías y que crean monstruos que fortalecen mi imaginación a la vez que consumen mi pensamiento. Porque el amor de mi vida es el no correspondido. Porque el beso que más recuerdo es el que no pude dar. Porque el deseo más profundo es el no realizado. Porque la sombra más ansiada es la que desaparece. Porque lo que más quiero en este momento es buscarte con palabras, y que no estés. 

domingo, 20 de marzo de 2016

La ausencia de un beso



Tengo la ausencia de mi mejor beso para darte. Un beso con nuestras bocas a milímetros una de otra pero sin tocarse nunca, un beso que respira ansiedad, un beso inexistente que desea y que sublima al beso más lindo. Porque los besos esos que se da la gente en la calle como fabricados en cadena de montaje no me gustan ni un poco. Mejor será este, un beso de artesanía, lleno de expectativas invisibles, que dará a nuestra imaginación todo el material del que están hechos los mejores sueños. Porque basta con habernos besado tan hermoso en aquella esquina de octubre para que todos los besos que podrían ser existan en algún lugar del recuerdo. Mi mejor beso ¿no lo sentís? es el que no te doy, acá, ya tan cerca de tu boca. Claro, este beso no es tan cruel como parece y deja que te acaricie la mejilla con mis dedos y vos mi pelo con los tuyos, que nos miremos fijo en cada detalle inolvidable, que te sonría con una alegría que sea compartida, pero jamás, bajo ningún concepto, aceptará que apoyemos nuestros labios en franca decadencia. Tardé mucho en entenderlo, tuve que dar demasiados besos de fábrica, que salen chuecos, tartamudos, mancos, que son ansiosos y demasiado torpes para darte ahora este. Nuestro mejor beso. Un beso perfecto. Tan cerca de tu boca, pero sin tocarla nunca ¿A quién se le ocurrió acaso que nuestros labios se besan mejor que nuestros pensamientos?

domingo, 13 de marzo de 2016

Cosas imperfectas


Hay que entender que la felicidad como se piensa comunmente es un concepto bastante errado. Si tenemos que sobrellevar la existencia con simpatía, no hay mejor opción que sentir como agradables aquellas sensaciones que abundan en el mundo, no tanto las que escasean. Si buscás la felicidad en el éxito, la fidelidad, lo eterno, o incluso en cosas superficiales y pasajeras como la victoria, la saciedad, la aprobación o el orgasmo, te adelanto tu fracaso por la simple y obvia razón de que las unas son difíciles de hallar (si no imposibles) y las otras son demasiado efímeras. Por el contrario, es más efectivo buscar la belleza de la vida en lo recurrente de todos los días: el sol odioso que se te cuela por la ventana y te despierta, una manzana medio arenosa, el chico que no te gusta pero por lo menos te habla, la tostada que se te quemó de un lado, los menos tres pesos que te quedan en la sube, etc. Es así, la puerta que conduce a la felicidad está bastante oxidada y chirría cuando se abre y detrás de ella no se descubre más que un poco de paciencia, la tranquilidad de una nueva derrota y la seguridad de las cosas imperfectas.