martes, 2 de abril de 2019

La propaganda de un jugo artificial sabor naranja



Cualquiera nacido en los noventa puede recordarlo. Esa propagada de jugo en la que un mayordomo tipo Alfred servía una bebida artificial sabor naranja a unos nenes con plata y caprichosos. Una vez satisfechos, los nenes pedían más y el mayordomo contestaba "no se lo merecen".

Por algún motivo recuerdo esa propaganda y caigo en la cuenta de los por favor que me adeudan, de toda la gente que me pidió más antes de darme las gracias. Más amor, más tiempo, más compañía, más palabras, más sonrisas.

Gente que quiere saber cuánto vale subastando sus mejores virtudes para que un desprevenido pase y los mire, y cometa el error de dirigirles la palabra. Sin sospecharlo la persona a quien creímos inofensiva se convertirá en un vendedor cargoso de sí mismo. 

Confieso que fui soñador. Que esperé más de aquellas personas que rellenaban vacío de ego, que disfrazaban necesidades de hablididades, que resolvían carencias con demandas.

Esperé llegar subiendo escaleras proyectadas hacia ningún lugar.  

Confieso que fui incapaz de dar las gracias.

Confieso que fui idealista. Que creí en una sociedad ideal de amor desinteresado. Ya no. Entre un universo de gente sin dedicarse tiempo, que rompe sogas de tanto tirar de ellas, confieso que me gusta la tranquilidad de mi soledad.   

A todo esto me lleva el recuerdo de la propaganda de jugo y todavía no la entiendo. ¿Por qué el mayordomo les sirve jugo la primera vez si los nenes no han dicho por favor? ¿Por qué se niega a la segunda como si fuera un subversivo si antes se había mostrado tan dócil? ¿Es culpa de los nenes que son desconsiderados o mía que soy tan débil de carácter? ¿Es culpa de la gente que se muestra de una forma siendo otra o del mayordomo que los consiente? ¿Dónde está la justicia? 

Entre tanto me esfuerzo por dar las gracias todas las veces que sea necesario y me atrevo a no servir jugo si no tengo ganas.