martes, 10 de diciembre de 2013

Una vieja historia





Cuando el viento susurra canciones desde el bosque viejo, Adela se dirige hacia su árbol favorito y presta oídos a una nueva historia.
Por los valles más allá del río hay memoria de lo sucedido hace tiempo con tres generales de tres reinos distintos que, en lucha por tierras en triple frontera, habían hundido en la miseria a su reino y al pueblo entero. Agotados ya de aquella guerra que superaba siglos, decidieron librar su suerte a un juego milenario en donde ganaría aquel reino que pudiera presentar el ciudadano más sabio y de mayor ingenio. El juego milenario era largo; en sus variadas etapas cada conocedor debía demostrar distintas habilidades, pero era tanta la paridad de aquellas tierras en que en todos los parciales el empate era inevitable. La decimosexta etapa era la última y el empate no era posible porque el ganador sería decidido por el voto de un jurado de siete monjes de tierras extrañas que juraban equidad. La consigna era narrar la historia más antigua que supieran durante el tiempo que los jueces consideraran necesario. Si el juicio permanecía indeciso el contendiente tenía una oportunidad de referir la historia nuevamente o comenzar otra. La paridad continuó y el juego nunca logró su término. Los cuerpos de los contendientes perecieron y sus voces aún cuentan viejas historias en los viejos bosques.

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