
Tengo la ausencia de mi mejor beso para darte. Un beso con nuestras bocas a milímetros una de otra pero sin tocarse nunca, un beso que respira ansiedad, un beso inexistente que desea y que sublima al beso más lindo. Porque
los besos esos que se da la gente en la calle como fabricados en cadena de
montaje no me gustan ni un poco. Mejor será este, un beso de artesanía, lleno
de expectativas invisibles, que dará a nuestra imaginación todo el material del que
están hechos los mejores sueños. Porque basta con habernos besado tan hermoso en aquella esquina de octubre para que todos los besos que
podrían ser existan en algún lugar del recuerdo. Mi mejor beso ¿no lo sentís? es el que no te doy, acá, ya tan
cerca de tu boca. Claro, este beso no es tan cruel como parece y deja que te
acaricie la mejilla con mis dedos y vos mi pelo con los tuyos, que nos miremos fijo en cada detalle inolvidable,
que te sonría con una alegría que sea compartida, pero jamás, bajo ningún
concepto, aceptará que apoyemos nuestros labios en franca decadencia. Tardé mucho en
entenderlo, tuve que dar demasiados besos de fábrica, que salen chuecos,
tartamudos, mancos, que son ansiosos y demasiado torpes para darte ahora este. Nuestro mejor beso. Un beso perfecto. Tan cerca de tu boca, pero sin tocarla nunca ¿A
quién se le ocurrió acaso que nuestros labios se besan mejor que nuestros
pensamientos?
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