domingo, 13 de marzo de 2016

Cosas imperfectas


Hay que entender que la felicidad como se piensa comunmente es un concepto bastante errado. Si tenemos que sobrellevar la existencia con simpatía, no hay mejor opción que sentir como agradables aquellas sensaciones que abundan en el mundo, no tanto las que escasean. Si buscás la felicidad en el éxito, la fidelidad, lo eterno, o incluso en cosas superficiales y pasajeras como la victoria, la saciedad, la aprobación o el orgasmo, te adelanto tu fracaso por la simple y obvia razón de que las unas son difíciles de hallar (si no imposibles) y las otras son demasiado efímeras. Por el contrario, es más efectivo buscar la belleza de la vida en lo recurrente de todos los días: el sol odioso que se te cuela por la ventana y te despierta, una manzana medio arenosa, el chico que no te gusta pero por lo menos te habla, la tostada que se te quemó de un lado, los menos tres pesos que te quedan en la sube, etc. Es así, la puerta que conduce a la felicidad está bastante oxidada y chirría cuando se abre y detrás de ella no se descubre más que un poco de paciencia, la tranquilidad de una nueva derrota y la seguridad de las cosas imperfectas. 

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