martes, 20 de junio de 2023

Insomne

Ilustración del Colo
Ilustración del Colo


Hoy el pellizco para saberme despierto fueron unos mensajes extemporáneos escritos mientras repetía algunas tareas durante el desayuno o el trabajo, esos momentos en los que creo que estoy dormido. Sospecho que algunas personas nunca existieron en mi vida, sospecho que hay lugares cercanos que nunca pisé, sospecho que ignoré gente real al juzgarlas sombras de un reposo del cual también dudo. No sé si duermo o despierto cuando sueño.

En algún momento comencé a recordar lo que soñaba por las noches. Los lugares se me superponen, tiempos distantes son simultáneos en el recuerdo. Mi almohada parece un origami cuando copia las formas caóticas de esos laberintos que recorro durante las horas oscuras, no sé qué es suelo y qué es colchón, no sé si son tus manos o son las sábanas las que hoy recorren un cuerpo que aparece y desaparece imitando la luz de las luciérnagas.

No sé si estoy acá o allá, lo cierto es que ahora voy temprano al trabajo y en la esquina un vecino me mira y me mide con una sonrisa que conozco. Es Bastián. Sus ojeras de insomnio lo delatan.  Aunque seamos viejos conocidos, su presencia me inquieta. Se hace llamar Bastián, aunque nació Leila. Antes éramos amigos en la escuela, ahora apenas nos saludamos, aunque de chicos nos hicimos promesas. Es la única persona constante en cualquiera de mis recuerdos.

Si yo no reconozco la realidad, él no reconoce el sueño. Bastián es insomne.

Él me explicó que Orfeo tuvo dos últimas vestales en la Roma antigua, justo antes del advenimiento de la cruz, quienes juraron lealtad al viejo dios bastardeado por el Olimpo. Una era Celea. Ella se quedó con su lira cantando de luna a luna las canciones de su patrono mientras masticaba las raíces iniciáticas para que no cayeran en el olvido. Celea recordaba todo mientras tocaba su lira con ojos entrecerrados. La otra era Talas, quién tomó la antorcha de fuego que iluminaba el templo donde tantos hombres acudían a iniciarse en los misterios órficos. Talas era luz, Talas no parpadeaba, ella presidía el rito sagrado donde el hombre renacía al volver del inframundo, tal como Orfeo. Cada quien tiene su Eurídice, cada quien desciende hasta donde uno deja de verse como uno y empieza a verse en los demás, distingue quién es real y quién sombra de los muertos.

Celea, regente del sueño, y Talas, patrona de la vigilia, perpetuaron los misterios órficos en su linaje. Hay todavía quienes dicen que no duermen y quienes jamás despiertan. Bastián veía la lira en mis manos creativas, yo la antorcha en sus ojos siempre abiertos.

Esa mañana parecía haber amanecido ahí mismo, no sé hace cuántas noches dejó de dormir. Lo veo de reojo y le devuelvo la sonrisa. Cuesta mucho ignorar aquello que es centro de nuestra atención. Era un lunes particularmente húmedo y neblinoso y esperábamos el colectivo. En el horizonte ninguna cifra, cuando su rostro demacrado se me interpone. "¿Quién me sigue?" Miro para atrás, como queriendo colaborar a un pedido que sabía incoherente, "nadie" respondo. "¿Seguro?", insiste. "Sí", le digo. "Son ellos, quieren buscarme para que me duerma. Sombras del inframundo que me recomiendan descanso. Están en todas partes.”

Sus ojos hundidos me miran y se pierden, casi podía ver mi reflejo en su tez blanca y brillante. Bastián se fue. No supe qué decirle, aunque sabía que en cualquier momento reaparecería nuevamente, la cocaína lo volvía impredecible. Quizás en el colectivo que yo esperaba. Entre la neblina y el humo del tráfico se me apareció ella, con el buzo del colegio que le quedaba enorme, tenía una belleza que sólo yo podía ver. "¿Aunque sea comiste algo? atiné a preguntar confundido en los recuerdos. Mis palabras retumbaron en una cabeza ausente. "No, me da sueño. Sólo una manzana".

No se si creer que Bastián desciende de Talas, a veces pienso que simplemente no está de acuerdo con el texto que se escribe en su dormir. Esa historia que se entreteje con letras de arena que la vigilia, como el mar, borra en su inminencia. Bastián camina sobre la línea difícil entre la arena y el agua, sin quemarse ni mojarse. En ese claroscuro que define cada objeto, iluminado por la antorcha del sol.

En mi caso el mar no borra ninguna de las letras que escribe mi mente, que sobreescribe sueños sobre sueños como en un palimpsesto, aparecen personas sobre otras que se transparentan y las veo a unas a trasluz de las otras, porque todo es verdadero y es falso. Las cosas no se logran definir jamás y no recuerdo si la manzana que comí alguna vez existió fuera de mi boca. Camino perpendicular a la playa y me quemo los pies que luego se enfrían con el agua. Me quemo y me mojo según la marea sube o retrocede y siempre siento los pies calientes en el agua y fríos en la arena soleada. Porque el sentir  nunca es presente. ¿Existís? ¿Me querés? ¿Te acordás? Los mensajes que escribí hoy temprano nunca fueron contestados. Quizás todo haya sido real.

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