La gárgola del dolor
no es póstuma, es cotidiana, y reprime tu existencia desde abajo y desde
adentro todos los días de luna a luna. Navega en la proa de una barca
oscura prefigurando tus angustias: el miedo de perderla, la ausencia de su voz,
el vacío de sus pupilas y esa ilusión de tenerla que oscurece de putrefacción su
compañía. El que teme al infierno y cree en él es claro que no la conoce. Aquel
creyente imagina tormentos que de tan futuros y exagerados se tornan
inexistentes e incomparables a la gárgola de tu deseo. El infierno que te
atormenta en vida es ella y el otro, en el que creen tantos engañados, no
existe porque luego de la muerte no hay nada y antes de la muerte está ella, consumiéndote en silencio con su mirada hermosa. La gárgola del deseo no busca ni espera tu muerte solitaria, la gárgola te mata cada día de
luna a luna mientras navega en la proa de una barca oscura anticipando el miedo
de que ella te olvide, prefigurando el deseo de sus labios, pronosticando el dolor eterno
de su ausencia.
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