domingo, 18 de enero de 2015

Tres horas de sol y tres de luna


("El sueño" mural en mi cuarto, 2008)

Mi vida anterior al sueño se confunde con lo soñado. No obstante, puedo recordar algo de las horas previas. Era de noche, yo era joven y ella me había sido recomendada por sus artes de curación. Hay veces en que creo entrever la fachada de su casa entre las que pueblan el conurbano bonaerense, pero luego me desengaño, por más que lo intente, no puedo recordar aquel lugar. 

Sé que acudía a ella por un problema persistente, quizás un hecho o una persona. Buscaba la solución. 

La curandera me dijo que el tratamiento consistía en una sesión de sueño, pasada la cual la sanación estaría asegurada. Me previno que dormiría durante tres horas de sol y tres horas de luna para el mundo, pero que ese tiempo sería de setenta veranos y setenta inviernos para mi mente. Pese a ello no vacilé, la intervención debía ser urgente. El problema asfixiaba mi existencia de tal forma, de tal manera, que llegué a rebajarme al trabajo de la superstición. De la solución de aquello pendía mi vida. 

Hoy desperté en una casa que supongo mía y el problema ya no existe. No puedo decir cuánto dormí, el sueño fue tan intenso que olvidé los motivos que me llevaron a él. Con algo de esfuerzo recuerdo mi nombre. Con paciencia recupero algunas palabras: las que designan este país, su idioma, las cosas del cuarto y las partes de mi cuerpo. Estoy tranquilo, pero hay algo que me incomoda. Siento vacío. Es profundo, negro, vasto. Está a mi alrededor, limitándome. 

Con terror ciego descubro que no hay nada antes de aquella tarde, la casa oscura de la curandera, mi consulta y el sueño. No hay nada que pueda conocer de mi vida. De lo que soy o de lo que fui. Con tristeza entiendo que aquel conflicto justificaba mi ser en el mundo. Aquella dificultad era mi vida. No hubiera imaginado nunca que la solución era desaparecer mi memoria y mi existencia previa. Angustiado, busco en vano aquella razón, me esfuerzo por encontrar algún episodio o alguna persona entre los papeles de mi cuarto, entre las fotos del placard. No hay más que oscuridad en mi pasado. No hay nada. Desesperado, corro en busca de alguien que me auxilie. Alguien que me dé la vida con la memoria o con un nuevo problema. 

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